El planeamiento urbano no termina hasta que termina
Por Álvaro Ugarte Ubilla[1]
Con esta expresión se pretende significar que el planeamiento urbano no tiene por finalidad tan solo la formulación del plan urbano, sino la gestión de los problemas urbanos; conste que aquí no se emplea la palabra solución porque sería una falacia pretender que los problemas de la ciudad se pueden resolver tan solo a partir de un plan. El planeamiento es una disciplina genérica que consiste en identificar y caracterizar una problemática, con la finalidad de establecer los objetivos a lograr, analizar las alternativas de respuesta a los problemas, definir las acciones y actividades a ejecutar para lograr los objetivos propuestos e identificar los medios y recursos necesarios, entre otras cosas.
El planeamiento urbano, específicamente, es la aplicación de esta disciplina al estudio y tratamiento de los problemas de la ciudad y cuyo producto es un instrumento técnico y normativo, denominado plan urbano; el cual se construye de acuerdo con los requerimientos metodológicos y regulatorios establecidos el ministerio de vivienda. Concluida su formulación, el plan urbano se pone a disposición de la municipalidad con la finalidad de esta que asuma la gestión de los problemas urbanos y la atención de las necesidades de los vecinos con la finalidad de dotarles de mejor calidad de vida. Pero, aquí acaba la teoría.
Se podría distinguir dos tipos de planes urbanos: i) planes urbanos formulados por las dependencias pertinentes, lo que implica que la municipalidad cuenta con los medios y los recursos técnicos y operativos suficientes tanto para el planeamiento como para la gestión, y ii) planes formulados por terceros, cuando la municipalidad no cuenta con los medios y recursos necesarios; lo que, asimismo, implicaría que tampoco tendría capacidades para gestionarlos. Este último aspecto no es considerado en las normas, las cuales son de carácter universal y se aplican a todas las municipalidades, sin distingo de sus capacidades.
El planeamiento debe considerar las capacidades y recursos de las municipalidades para dimensionar los alcances del plan urbano. Por ejemplo, los recursos humanos, logísticos, financieros, entre otros y su relación con las necesidades y prioridades de los ciudadanos. El capítulo de la Propuesta, en la mayoría de los planes urbanos, concluye con una relación de los proyectos “aprobados” por los ciudadanos, que normalmente ignoran que su ejecución demandaría los presupuestos acumulados de muchas gestiones posteriores.
La formulación de los planes urbanos debe incluir -como condición sine qua non- un plan de desarrollo de capacidades Locales de Gestión, el cual debe llevarse a cabo como parte de la formulación misma de los planes. Dicho de otra manera, un plan urbano, solo se termina y puede ser entregado a las dependencias municipales encargadas de la gestión, cuando se verifica que estas cuentan con las capacidades necesarias para su ejecución.
Según la norma, para que un plan pueda ser aprobado se requiere su validación mediante la participación de los ciudadanos durante el proceso de planeamiento. Sólo así podrá emitirse la Ordenanza Municipal que aprueba el Plan Urbano y este adquiere rango de Ley, con lo cual, sus disposiciones tienen carácter obligatorio para los vecinos. Pero, aquí se acaba la teoría. La cuestión es ¿Cuánto llegan a comprender los ciudadanos sobre los aspectos técnicos que se plantean en los estudios urbanos…?
El planeamiento urbano -al menos el que pretende brindar calidad de vida a los ciudadanos- es mucho más que pintar planos, ratificando o estableciendo una nueva zonificación, con el fin de dar mayor densidad al vecindario. Cuando el ciudadano otorga su anuencia a que la nueva zonificación permita mayor densificación del barrio… ¿Entiende realmente los alcances de esta norma que está aceptando…?
Le dicen que la densificación incrementará el valor de su predio, lo cual generalmente es verdad; pero, esta información le será útil en caso de querer vender. Aquí, la cuestión es ¿Llega el ciudadano a tomar consciencia de que, en la calle donde antes se estacionaban diez vehículos, ahora competirán por un estacionamiento 40 vehículos…? ¿Se ha enterado de que disminuiría la dotación y acaso la presión del agua potable por el incremento de viviendas…? Por citar solo algunos de los efectos derivados.
Estas son las formas para las decisiones informadas, desde una perspectiva ética.
Es, sin duda, un valor solidario densificar las ciudades y compartir los espacios urbanos con otros ciudadanos que requieren. Este es, además, un problema global. No obstante, hay que construir los criterios que permitan diseñar parámetros máximos y mínimos para definir las densidades urbanas. En este sentido, los planificadores deben asegurarse de que, los ciudadanos que participan en los procesos de planeamiento entiendan, con claridad, las implicancias y los alcances de lo que se les solicita aprobar. Es una obligación moral.
El Planeamiento urbano no termina hasta que se realizan programas de educación ciudadana, con el fin de que los planificadores y la población tomen conciencia de que el planeamiento no es una mera respuesta técnica a la problemática urbana, sino un proceso en el que los ciudadanos comprenden y están en la capacidad de decidir y establecer sus prioridades sobre cómo quieren vivir y, además, participan en la gestión.
Allí termina el planeamiento urbano.
[1] Arquitecto y Urbanista, Dr. en Gestión Pública y Gobernabilidad, presidente de PROMCAD-INICAM