Un pie en el escritorio y otro en el territorio
Muchos funcionarios y autoridades municipales caen en la trampa de gobernar desde el encierro. Encierro físico y mental. Se encierran en sus oficinas, rodeados de papeles, resolviendo trámites, atrapados en la inercia de la burocracia. Pierden de vista lo esencial: los problemas públicos de la gente. Gobiernan como si la gestión fuera de una tarea puramente administrativa, sin contacto real con el territorio, con sus dinámicas, necesidades y urgencias.
Durante los cuatro años de gestión, no podemos vivir en una nube. No se puede ejercer un cargo público de espaldas a la ciudadanía ni alejado de la realidad. Quienes asumen una responsabilidad de gobierno local deben tener claro que la planificación, el diseño de políticas y la toma de decisiones solo son efectivas si están conectadas con lo que ocurre en las calles, en los barrios, en los espacios donde la vida sucede.
Gobernar desde el escritorio: una desconexión costosa
Esta desconexión tiene consecuencias concretas. En numerosos gobiernos locales, al finalizar el año, la ejecución presupuestal es baja, aun cuando hay demandas urgentes sin atender: calles deterioradas, infraestructura paralizada, servicios básicos deficientes, programas sociales que no llegan a quienes más lo necesitan. Lo mismo sucede con los planos operativos institucionales: muchos terminan como simples documentos formales, sin resultados tangibles.
A este problema se suma otro igual de crítico: la falta de información confiable. Muchos gobiernos locales carecen de datos actualizados, indicadores claros o sistemas de monitoreo que permitan tomar decisiones informadas. En ese contexto, se prioriza mal, se actúa tarde y se gestiona con poca claridad sobre el impacto real de las acciones. Sin datos y sin calle, la gestión pública se vuelve ciega y sorda.
La propuesta: equilibrio entre planificación y cercanía
Lo que se necesita es una gestión equilibrada, con un pie en el escritorio y otro en el territorio. Las autoridades y funcionarios municipales deben salir, mirar, escuchar, tocar la realidad con sus propios ojos y manos. Estar en el territorio no es ir a cortar cintas o posar para la foto; es caminar sin escoltas ni discursos preparados, conversar con vecinos, atender emergencias, escuchar sin defensas, aprender de quienes viven los problemas a diario.
Pero esta cercanía no debe estar divorciada de la capacidad técnica. Por el contrario, debe alimentar una planificación más sensata, priorizada y eficiente. Allí entra el escritorio: el espacio donde se sistematizan las demandas recogidas, se analizan datos, se diseñan políticas públicas con metas claras, se ordena el presupuesto, se evalúan resultados y se rinde cuentas.
Ni el escritorio solo, ni el territorio sin planificación. La clave está en la combinación. Una gestión que solo se encierra, pierde el rumbo. Una que solo improvisa, se desgasta rápido. Lo que se necesita es una administración con los pies bien puestos: uno firme en el rigor técnico, y otro profundamente conectado con la vida comunitaria.
Cerrar la brecha, recuperar la confianza.
Hoy, más que nunca, se necesita una gestión pública que recupere la confianza ciudadana, y eso no se logra con discursos, sino con presencia, coherencia y resultados. Las autoridades y funcionarios municipales tienen en sus manos la oportunidad de transformar la forma de gobernar: desde la cercanía, la escucha activa, el uso inteligente de la información y una planificación que responde a lo real, no solo a lo normativo.
Gobernar bien es una tarea compleja, pero posible. Solo requiere voluntad de salir, humildad para escuchar y capacidad para convertir esa escucha en acción concreta. Porque los problemas públicos no se resuelven desde una oficina cerrada. Se resuelven caminando, entendiendo y actuando. Con un pie en el escritorio, sí… pero siempre con el otro en el territorio.
Mg. José Pisconte Ramos